Estas tres historias de amor que es mejor no vivir son vínculos tóxicos que debes evitar y, si los has vivido, trabajar para sanar
Vivir con las expectativas de una historia de amor de película, que resista el tiempo, que transforme la personalidad ¿del otro, que siempre haya dulzura y detalles, etc., sabemos que es inviable. Los individuos tenemos una historia propia que sustenta nuestra experiencia vital, así como la manera en que desarrollamos cierta inteligencia emocional y vivimos el amor. Pedir un comportamiento clonado de las películas y novelas de amor puede resultar insano y dañino.
Febrero es una de esas temporadas en las que las historias de amor despiertan en nosotros la necesidad de vivir un amor idílico, en el que nuestros esfuerzos intelectuales y emocionales sean suficientes para que todo sea perfecto. Aunque sepamos que pocas son las crónicas que salen tan bien como en las películas.
Es por ello que hoy te comparto las 3 historias de amor que es mejor no vivir.
1. Yo lo voy a salvar
Cuando Margarita conoció a John le pareció un chico fascinante. Pelo rubio, ojos verdes, atlético y divertido. La primera cita fue fantástica, rieron toda la tarde; la segunda ya no fue tan divertida, especialmente cuando sacó un puño de pastillas que a Margarita le dieron mala espina. Pero él era tan guapo, tan encantador, que lo olvidó.
Al cabo de unos meses, era evidente que Margarita se había enamorado de un adicto. Ya no salían, sólo se quedaban sentados en el sillón, él jugando videojuegos, ella sólo mirando y esperando que algún milagro hiciera que John dejara las “malditas pastillas”.
No se puede negar, sin embargo, que él era cariñoso, le gustaba estar con ella, no la engañaba y le había pagado todo el dinero que Margarita le había prestado. Una tarde, cuando él estaba muy indispuesto, sólo clamaba su nombre, así que ella aceptó quedarse en su casa; pasaron varios días, ella viviendo en su departamento e ilusionada. Algo le decía que él podía cambiar.
Desde ese momento, decidió que dedicaría su vida a “rescatarlo de la adicción”. Si él la amaba como decía, no podía abandonarlo; por el contrario, tenía que ayudarlo a salir de las drogas y su amor lo salvaría.
Si has llegado hasta aquí, sabrás que esta historia salió mal: Margarita comenzó a consumir alcohol todos los días, comenzó a sentirse deprimida y muy frustrada, poco faltó para caer también en el consumo de analgésicos.
¿Qué hacer en un caso de pareja adicta?
Es común que se crea que la pareja por sí sola podrá salvar de una adicción a la otra persona, sin embargo, en el camino suelen cometerse varios errores. Un caso de adicción severo debe tratarse con una mirada profesional.
Los errores más frecuentes que cometen las parejas que quieren concienciar al otro del grado de adicción que sufre o que simplemente quiere ayudar al otro a dejar de consumir son:
- Prohibir el consumo u obligar a la pareja a prometer que dejará de consumir.
- Tratar de controlar a la pareja en todo momento.
- Consumir con la pareja para que el otro se dé cuenta del año (eso no va a pasar).
- Poner a elegir entre la droga y la pareja.
Lo recomendable en estos casos es que se eviten estos problemas, y que se plantee la posibilidad de que hay una adicción (ya que muchas veces el afectado no considera se adicto), así como negociar la asistencia de un profesional.
Si la pareja con adicción no se deja ayudar y la pareja se está viendo afectada, e incapaz de lograr la “salvación”, es mejor tomar medidas más radicales como pedir ayuda o distanciarse del adicto como medida de autoprotección.
2. Por mí va a cambiar
Otra historia de amor que es mejor no vivir es aquella que se basa en “por mí va a cambiar”. Por supuesto, esta historia comienza cuando se conoce a una persona que parece fascinante, atractiva, interesante; pero al paso del tiempo hay comportamientos y actitudes que ya no son tan atractivas.
El enamoramiento y el cortejo suelen ilusionarnos o volvernos ciegos a defectos o actitudes que siempre ha estado ahí pero no quisimos ver. Cuando entramos en confianza y empezamos a mostrar nuestro verdadero yo, corremos el riesgo de no ser tan agradables como la pareja lo imaginó.
No es que la gente cambie o nos engañara, es que hemos proyectado nuestros deseos, necesidades afectivas y fantasías sobre la otra persona. Al verla como es en realidad tendremos la necesidad de cambiarla, para convertirla en quien nosotros queremos que sea.
Todo eso que una vez nos gustó pierde peso frente a todo aquello que no esperábamos o nos disgusta, y nos aferramos a “recuperar” lo que creímos encontrar en el ser amado o aquellas expectativas que queremos que se nos cumplan.
Es normal que haya cosas que no nos agraden de nuestra pareja. Pero cuando hablamos de cambios, el primer punto a tener en cuenta es que estos deberían ser personales, intrínsecos y planteados desde dentro hacia fuera. Debemos dejar que el otro decida si quiere cambiar o no.
Para ello la comunicación se convertirá en un factor sustancia. Poder decir al otro lo que gusta y lo que no, poner límites y saber cuándo ya no se está dispuesto a transigir con comportamientos o actitudes que nos molestan del otro, es el camino más sano en las relaciones.
3. Va a dejar a su esposa
Un clásico es ésta: “por mí va a dejar a su esposa”. Cuántos hombres viven parados en dos historias, una en el matrimonio y otro con la amante. A ésta le juran que ya no tienen intimidad con la esposa, que se llevan muy mal, que sólo están ahí por los hijos y un sinfín de cuentos que, para algunas mujeres, es conveniente creer.
Sin embargo, el porcentaje de hombres que realmente cumplen su palabra, y dejan a su esposa por la amante, puede llegar a ser muy bajo. Las “ganancias” que vivir historias con dos mujeres a la vez, un falso reforzamiento de virilidad, sentirse admirado, tener la idea de una satisfacción más completa al ver cubiertas necesidades por ambas mujeres, etc.
La eterna promesa de “si la voy a dejar” es un aliciente para la mujer, pero tarde o temprana verá frustrados sus planes, se sentirá herida, verá dañada su autoestima e incluso terminará amargándose, porque tal promesa no se cumplirá.
Además, este tipo de historias no sólo daña a la mujer (también hay una versión masculina, por supuesto); hay que pensar que hay dos partes que saldrán dañadas en esta historia. La esposa será víctima de esta relación.
Claro que existen mujeres con Síndrome de Fortunata, una dependencia emocional que describe un tipo de relaciones afectivas que algunas mujeres desarrollan de forma repetida hacia los hombres casados. Ello causado por diversos motivos, pero que requieren un trabajo serio en psicoterapia.
También hay aquellas mujeres que fueron engañadas desde el inicio y cuando quisieron formalizar la relación se dieron cuenta que el hombre era casado. Todo se hace más complejo.
Sin embargo, esta es una relación que puede sobrepasar ciertos límites y obligar a los involucrados a dañar su dignidad, su autoconfianza, su autoestima y a traicionarse incluso a sí mismos.
Un plus: ¡alerta!
Claro que hay muchas otras historias de amor que es mejor no vivir, entre ellas y la que debe alertarnos por las red flags evidentes, especialmente aquellas donde el vínculo se teje mediante la manipulación y de forma violenta.
Por supuesto, puedes darte cuenta que éstas no son verdaderas historias de amor. Que los afectos, si los hay, son unilaterales; en ellos no existe responsabilidad afectiva por una o ambas partes y que muchas de ellas están basadas en carencias emocionales de ambos.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA